Acá se vende, no se presta. En todo caso primero compra
y después te presto, le dije.
Es solo un sacacorchos señora, me dijo.
Pero acá no se presta; en todo caso compra el vino acá y
después te presto, volví a decir.
Ya lo tengo, me dijo; lo compre en el local que está a
dos cuadras de acá, seguía.
Le pregunte que por qué no pidió el sacacorchos ahí.
Me dijo que se acordó tarde que no lo tenía y se cruzó
conmigo camino a su casa.
Le dije y bueno… abrilo con el dedo.
Me dijo no, que la última vez que hizo eso le salto vino
en los ojos y casi queda ciego.
Le dije que si era ciego no le daría bola ni su madre.
Le propuse que si compraba otro vino acá se lo prestaba para que abriera los dos.
Acá se vende no se presta, afirme.
Me dijo no; que la última vez que tomo dos vinos se
embriago mal y se metió algo en los ojos que casi lo deja ciego.
Le dije que si era ciego no le daría bola ni su madre.
De última, le propuse que si lo tomábamos juntos se lo
prestaba.
Me dijo no; que ya le esperaba alguien para hacerlo y
que no le gustaba nada los tríos.
Me empezó a cansar y le volví a decir que acá no se
presta, se vende.
Me dijo que si quería me invitaba un trago, pero claro,
que lo tome sola.
Le dije que no; que no acostumbro a beber sola.
Me dijo que podía salir a buscar a alguien para que me
acompañara.
Me cansé y le dije que sí.
Saco el corcho, me lleno un vaso y se fue.
Al rato llego alguien, con una botella en la mano.